Constantemente los medios de comunicación nos muestran los logros de los deportistas de élite y sus inconmensurables victorias, dignas de elogio y de un esfuerzo sobrehumano.
En la entrada de hoy en el blog os voy a presentar a un ganador, pero no por ser el mejor ni el más dotado para su actividad, si no por estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. El hombre de nuestra entrada es Steven Bradbury.
Nació en Australia en el año 1973 en el barrio de Candem, Sydney. Su actividad deportiva fue el patinaje de velocidad sobre pista corta, para entendernos, competiciones de velocidad con patines sobre el hielo.
Ya os podéis imaginar que en Australia el frío y la nieve no es precisamente abundante por lo que ya desde un principio se antoja curioso que haya personas que se dediquen a dicha disciplina, pero como hay gente para todo en todos los lugares, a él le gustaba este deporte.
Ya en el año 1991 logró un hecho histórico para su país, formó parte del equipo australiano que ganó los 5000 metros relevos en el Campeonato Mundial de Sydney. Puede que ayudara el hecho de disputarse en su propio país y fuese un golpe de suerte, ya que tras dicha victoria, tanto en equipo como individualmente Bradbury no logró ningún éxito reseñable terminando en discretas posiciones durante los siguientes campeonatos del mundo y en las olimpiadas de invierno, siendo elegido como reserva sin poder participar en varias ocasiones, pero cuando se gana una vez nunca hay que descartar que se produzca una nueva oportunidad de lograrlo.
Nos situamos en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City en el año 2002 y Bradbury afronta los que probablemente fuesen sus últimos Juegos Olímpicos.
Compite en la categoría de patinaje de velocidad sobre pista corta de 1000 metros. Logra ganar la carrera de clasificación con soltura, pero aparentemente su suerte terminaba en este punto y toda esperanza se veía reducida a la nada.
Fue emparejado en una carrera de cuatro participantes de la que se clasificaban para siguiente ronda los dos primeros. Uno de los rivales era el campeón mundial de la categoría y el otro era el favorito del país anfitrión; el milagro era imposible.
Y como se esperaba quedó tercero y descalificado. Su sueño había finalizado o eso pensaba él ya que el campeón del mundo fue descalificado por obstrucción a un contrario y por lo tanto Bradbury pasaba a la segunda posición y lograba su pase a la siguiente fase, las semifinales.
Para afrontar con alguna opción la siguiente carrera su entrenador le recomendó quedarse rezagado en la última posición ya que él era el más lento y debían confiar en que alguno de los participantes se cayera al suelo (al ser en hielo es habitual que se produzcan caídas en pista).
Una vez más sus plegarias fueron escuchadas y dos oponentes colisionaron entre si y Bradbury pudo finalizar segundo y alcanzar la tan ansiada final.
Ya sin presión y con el deber cumplido ya que se habían superado todas las expectativas puestas en él, decidió continuar con su misma estrategia de confiar en la diosa fortuna y esperar alguna caída de los rivales para poder optar a un mejor puesto, algo digno con lo que dar por finalizada su trayectoria deportiva.
Desde un comienzo se pudo apreciar que no estaba al nivel de los demás, en cuanto aceleraron se quedó rezagado a la última posición (quinto de cinco patinadores). Parecía que asistiría como mero espectador a un apretado e intenso duelo final entre los cuatro restantes. Al llegar a la última curva antes de recta de meta en la última vuelta, el destino le hizo un regalo en forma de tropiezo del tercer patinador, desestabilizando al primero y derribando por la inercia al segundo y cuarto.
Nuestro héroe cruzo incrédulo la línea de meta mientras sus competidores se debatían por reincorporarse del resbaladizo hielo que les alejaba de sus sueños.
Había ganado, no era el mejor, pero una dosis de suerte inimaginable y una buena cantidad de inteligencia y saber estar le permitieron lograr una medalla de oro y convertirse en la primera persona del hemisferio sur en lograr un oro olímpico en los juegos de invierno.
En una entrevista posterior a la victoria, pronunció la siguiente frase en relación a una trayectoria plagada de lesiones y malos momentos:
“Obviamente no fui el patinador más rápido. No creo que deba coger esta medalla por el minuto y medio de la carrera que gané. La cogeré por la última década de trabajo duro.”
Así finaliza la increíble historia de nuestro ganador, actualmente un héroe nacional y que debido a ello se acuñó la expresión de “hacer un Bradbury“, en referencia a lograr un éxito totalmente inesperado.
Espero que os haya gustado la historia y os sirva para recordar que cuando parece que nunca podremos ser los mejores en algo y aquellas metas que nos propusimos parezcan inalcanzables, el trabajo y la constancia nos permitirá obtener ese momento de gloria al que todos aspiramos en nuestra vida.
La ocasión se nos presentará seguro, todo depende de si somos capaces de hacerla realidad o permitiremos que se nos escape de entre los dedos; la decisión es solamente nuestra.
PD: Os dejo con el vídeo de la carrera que le hizo campeón. Son tres minutos; el milagro comienza a producirse en el 1:30, aunque os recomiendo que lo veáis completo (el vídeo no se encuentra disponible para su inserción en web así que deberéis verlo desde youtube mediante el enlace que os dejo debajo).