Viernes noche en casa, la 1:00 de la madrugada y el cuerpo pide irse a dormir, pero mi mente busca algo que hacer para seguir disfrutando del fin de semana.
En estos casos, suelo buscar un documental o alguna historia no muy larga para poder irme a la cama con los “deberes” hechos, es decir, haberlo visto completo sin dormirme.
En esta ocasión, encontré el documental “42 a 1” del canal de televisión ESPN. Está disponible en Disney + y, aviso para navegantes, hay que verlo con subtítulos ya que no está doblado al español y es íntegramente en inglés.
El documental hace referencia a uno de los combates más famosos de la historia del boxeo:
Mike Tyson vs James «Buster» Douglas, Tokyo Dome, 11 de febrero de 1990.
Si sois seguidores del boxeo, o incluso sin serlo, sabréis quien es Mike Tyson. Es, sin lugar a dudas, uno de los mejores boxeadores que jamás han existido, un boxeador total que, con solo 20 años, logró convertirse en el campeón mundial más joven de la CMB en la categoría de pesos pesados. Como nota aclaratoria, en el boxeo existen diferentes organizaciones que cuentan con sus propios títulos independientes, por lo que es usual que existan diferentes campeones en el mismo momento, debido a que cada uno de ellos puede serlo de una organización diferente.
Más allá de los títulos, por lo que destacaba Tyson era por su ferocidad y efectividad para terminar los combates en tiempo récord. Nadie podía igualarle, nadie era capaz de mantener su ritmo y nadie pegaba tan fuerte, era invencible. Uno tras otro, iban pasando rivales que eran derribados sin compasión, fomentando su leyenda y ascenso meteórico al Olimpo Pugilístico.
Mi padre siempre me cuenta como veía los combates de Tyson y el espectáculo que era. Una fuerza de la naturaleza que es complicado que vuelva a repetirse debido a la diferencia existente con sus rivales mientras estaba en su pico de forma.
En este momento de la historia es donde se cruzan las historias de los dos protagonistas del combate. Un Tyson henchido y orgulloso, despreciando a sus rivales y vacilando en las entrevistas, no consideraba que existiera un rival a su altura, iba sobrado. Su próxima gran pelea tenía que ser contra Evander Holyfield, figura ascendente que podía plantar cara al super campeón. Sí, este Evander es el de la oreja, en otro combate que también ha quedado en la historia, más por la vergüenza del hecho que del propio combate; da para otra entrada en el blog.
Como la espera hasta la gran pelea sería muy larga, los managers quisieron recaudar dinero y organizaron un combate, sin grandes pretensiones, contra Buster Douglas.
La fama de Buster Douglas no era la mejor posible. Estaba considerado un boxeador que, a pesar de las grandes condiciones que poseía, no era un campeón, tendiendo a rendirse con facilidad y a ser un vago, sin darlo todo en los entrenamientos y descuidar su forma física.
En el documental se ahonda en la vida de Buster desde niño hasta el momento del combate y, se puede apreciar en sus declaraciones, que él mismo no se consideraba un “asesino” en el ring. Lo daba todo, pero no tenía la sangre inyectada en la mirada, como podía ser Tyson o el propio padre de Buster Douglas, William “Dinamite” Douglas, famoso exboxeador en aquel momento, el cual destacaba por su energía en el cuadrilátero.
A la sombra de su padre
Puede que fuera la propia presión desde pequeño por competir y así agradar a su padre, el verse siempre a la sombra de su padre y no encontrar su lugar; el caso es que Buster no terminaba de explotar sus cualidades y ya tenía 29 años cuando tuvo la oportunidad de enfrentarse al campeón; era un todo o nada para su carrera. Lo bueno era que nadie tenía ninguna expectativa ni confianza en que pudiera si quiera plantar cara a Tyson, por lo que presión, lo que se dice presión, poca iba a sentir.
Tal era la desigualdad aparente que las apuestas se encontraban 42 a 1. Esto quiere decir que por cada dólar apostado a favor de Douglas, obtendrías 42 dólares, lo que significa una rentabilidad del 4200%. Una barbaridad y que hacía suponer una victoria asegurada para Tyson.
Cabe decir, que Buster no estaba solo. Contaba con el apoyo incondicional de su entrenador, manager y la persona más importante en su vida, Lula Pearl Douglas, su madre.
Es importante destacar que Buster era considerado un “flojo” a un nivel de boxeo de las grandes estrellas, de los super campeones. Comparado con el resto de los mortales, las personas normales y corrientes, estaba a años luz de cualquiera de nosotros. Es un hecho que me gusta resaltar porque, a veces, se calibran mal las habilidades de los deportistas que compiten al máximo nivel.
La motivación es la clave
Mientras Douglas se preparaba, esforzándose en cada entrenamiento, recibió la trágica noticia de la muerte de su madre 20 días antes del combate. La defunción lo impulsó a darlo todo aún más con la intención de no decepcionar a la única persona en el mundo que mantenía una confianza ciega en él.
Por el otro lado, Tyson se dedicaba a la buena vida. Fiestas, alcohol, mujeres y más mujeres, orgía por aquí y bacanal por allá. Tyson era el mejor, sí, sin duda, muy superior en términos objetivos a Douglas, pero de que te sirve ser el mejor si no te esfuerzas por mantenerte en tu mejor versión.
Acaso podemos determinar que alguien es el mejor, si, en el fondo, debido a su mala cabeza y a no saber calibrar el éxito a una edad tan temprana, se dejó llevar por malas compañías y los excesos.
Por lo tanto, la pregunta que debemos hacernos para la noche del combate es, ¿quién era mejor?, ¿el imbatible Mike Tyson o el hipermotivado y con todo por demostrar Buster Douglas?
La respuesta quedó clara al final del combate: Buster Douglas hizo besar la lona a Mike Tyson en el décimo asalto, conectando cuatro buenos golpes que lo derribaron. Tyson intentó levantarse, pero le fue imposible. En verdad, viendo el combate, no parece imposible que pudiera incorporarse y reponerse, pero el hecho de no haber caído nunca, el shock de sentirse superado por alguien al que una hora antes despreciaba e infravaloraba, jugó más en su contra que el dolor físico, estoy convencido.
Moraleja
En definitiva, me gusta pensar que todos los actos que realizamos conducen a un camino y el esfuerzo tarde o temprano será recompensando. La gran mayoría de nosotros no alcanzaremos metas tan elevadas en aquello a lo que nos dedicamos. Ser el mejor en algo es prácticamente imposible, pero el trabajo duro, día a día, y el esfuerzo en ser cada día mejores de lo que fuimos ayer, permitirá que sintamos con esperanza y optimismo lo que nos está por venir.
Como contenido extra, comparto los mejores momentos y el combate íntegro en youtube, junto al enlace a una entrevista de Tyson años después, en los que reconoce la mala época por la que estaba pasando y como su carrera comenzó un declive progresivo a partir de este momento, contra un boxeador con el que nadie contaba y apostaban 42 a 1 en su contra, y para sorpresa de todos, alcanzó la gloria.
Además, os recomiendo otra entrada al blog, dedicada a otro gran deportista que obtuvo su título de la forma más rocambolesca posible.