La desgarradora decadencia de Dark Souls II

Jugar a Dark Souls II es, para mí, una experiencia enriquecedora en el término más amplio posible de la palabra.

Comencé adentrándome en el título con cautela tras haber completado el fantástico Dark Souls. Todas las personas con las que hablaba acerca de comenzar esta segunda entrega de la saga me decían lo mismo: “Es el peor de los tres, pero no por ello dejes de jugarlo”. Y ahora, tras completarlo y haber alcanzado un punto de conocimiento del título como no llegue a pensar que podría llegar a desarrollar, doy mi opinión. No es acerca del aspecto global del videojuego, ya que no pretendo que vaya a convertirse en un análisis. Quiero centrarme en una mecánica que ha hecho que posea sentido la obligación “moral” de darle una oportunidad y, más que eso, todas las que sean necesarias hasta haberlo completado.

EL HOMBRE QUE PUDO REINAR

Sí, el juego recicla jefes finales. Muchos son reutilizados durante el juego y algunos tienen menos personalidad que una caja de zapatos. Además, el mapa no es la perfección creada en la entrega original, pero, salvando estos detalles, importantes, sí, mas no determinantes, podremos adentrarnos en un universo que esconde más de lo que pretende enseñarnos; sutil y consciente a la vez de que es necesario una explicación a todo lo que ocurre.

Como siempre en la saga, el hilo desencadenante de los acontecimientos y los motivos por los que realizamos tal o cual acción nos alcanza de forma indirecta, sibilina y sin apenas darnos cuenta. Avanzamos porque así tenemos que hacerlo. Queremos derrotar más y más enemigos, pero no nos planteamos si lo que estamos haciendo es o no correcto. De acuerdo, no deja de ser un videojuego y, al fin y al cabo, lo que pretendemos es pasar un rato entretenido. A pesar de todo, no dejo de preguntarme una y otra vez como he podido ser tan tonto como para caer en el engaño.

En verdad, el ser un “hueco” no consiste en ser un no muerto. En nuestro caso, somos un no muerto maldito, y, que por azares del destino, somos dirigidos en todo momento con propósitos que desconocemos, tan solo resueltos cuando ya es demasiado tarde para echarse atrás y rectificar decisiones tomadas.

Siendo sencillo expresarlo aquí, es necesario vivirlo. Esto es porque Dark Souls II destila decadencia por cada uno de sus poros. El Reino compuesto por sus castillos, bosques, páramos, fortalezas, pantanos, torreones… fruto de lo que un día fueron y jamás volverán a ser. Una oportunidad perdida para la civilización, aún no consciente de que aquello que deseaba ya murió. Buscan de forma desesperada y enfermiza al maldito, aquel que posea la capacidad necesaria para darles una nueva oportunidad de reinar tras el pobre y desgraciado hombre que estuvo tan cerca de triunfar.

LA TRISTE VERDAD

Es en el momento de la revelación, cuando descubres aquello que hasta ese punto no habían hecho más que insinuarte, más por propio desconocimiento del jugador que por ausencia de detalle, cuando valoras la fina paradoja a la que enfrentas.

Llegado a este punto, es cuando la mejor mecánica del juego se abre ante tus ojos y te permite abandonar la caverna de las sombras para hacerte ver y “sufrir” el lento y constante derrumbe de lo que en su día fue glorioso; los recuerdos. Penetrar en las memorias de gigantes, dragones o reyes caídos, para durante unos minutos sentir lo que fue y no ha perdurado hasta tu momento. Descubrir que aquellos tontos soldados huecos que derribas una y otra vez en tu insaciable sed de almas antaño fueron valerosos guerreros que dieron su vida por defender sus tierras, genera la inevitable reflexión de lo que fue y en lo que termina.

Te hace ver, quieras o no, como todo por lo que has estado luchando y sufriendo tantas horas atrás, no es más que una muesca más en la rueda de la lenta y progresiva decadencia a la cual tú también, y más que ningún otro, perteneces.

Como muestra de lo que pretendo transmitir, esta pista musical del título representa a la perfección los sentimientos que genera:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *