Las películas basadas en la saga literaria Dune siempre han sido un quebradero de cabeza. Ya desde la fallida versión de Jodorowsky, la irregular Dune de David Lynch (1984) y las diferentes miniseries lanzadas: Dune la Leyenda (2000) e Hijos de Dune (2003), faltaba una entrega que demostrara la calidad y complejidad del universo creado por Frank Herbert.
Fue en el año 2021 cuando se lanzó Dune: Parte Uno. La película dirigida por el director francés Denis Villeneuve surgió en un momento impredecible. La pandemia causada por el Covid-19 supuso el peor momento para las salas de cine como consecuencia de la prohibición del contacto social con el fin de evitar la propagación del virus. A ello se sumó el hecho de que el streaming parecía haber llegado para desbancar al cine en su formato clásico. Para que molestarte en desplazarte hasta el cine, cuando lo tienes todo en la comodidad de tu hogar. Este es un debate que merece una entrada aparte por lo que, por el momento, lo aparcaremos hasta futuros textos.
Volviendo a la película, parecía condenada a quedar relegada a otra de esas creaciones con un presupuesto millonario y que se estrella en la taquilla. Además, para más inri, esta primera entrega no era conclusiva, finaliza en un determinado punto de la novela y hasta no rodarse una hipotética segunda parte, no podríamos disfrutar del verdadero final.
Visto lo visto, tenía que producirse un pequeño milagro entre tanto contratiempo para pudiéramos disfrutar de la segunda parte de Dune.
Por suerte, la primera parte logró recaudar lo suficiente como para que la productora, Warner Bros, diera el visto bueno a rodar la entrega que hoy comentaremos.
Profecías y religión
Si por algo destaca la saga Dune es por la complejidad de su universo y desarrollo. Todo aquello que ocurre puede interpretarse como el designio de un plan superior, tejido a lo largo de miles de años para desembocar en el ascenso de un líder que gobierne la galaxia. Pero, como en todo buen argumento, nunca es tal y como nos lo plantean y la divergencia de lo que debe ser con lo que es, generará el conflicto y, con ello, el interés del espectador.
Paul Atreides, nuestro desvivido protagonista, enfrentará las elecciones de su vida en un intento por separarse de aquello para lo que, en apariencia, está destinado a convertirse. Dudará en todo momento de si debe o no tomar las sendas de los posibles futuros que se plantean ante sus ojos.
El argumento bien puede resumirse en una palabra: control. ¿Disponemos de un control real sobre aquello que nos depara el destino? ¿Existe el libre albedrío? Son preguntas recurrentes en las que el autor de la saga, Frank Herbert, incide en cada una de sus novelas.
Realicé una roscamendación de la novela original y si ya la recomendé a cualquiera que desee adentrarse en una épica saga de ciencia ficción, con las películas ocurre lo mismo: visionado obligatorio.
Continuación superior a la primera parte
Una secuela debe mantener el nivel de la entrega original y expandirla, es la ley no escrita para que el público se interese por ella. ¿Cumple Dune: Parte dos con esta premisa? “No”, y te explico el motivo:
- Debemos considerar ambas películas como una sola, pues así se concibieron. Debido a la extensión del argumento de la novela, el director consideró necesario dividirla en dos partes. Fue una apuesta arriesgada ya que la segunda parte dependía de la recaudación de la original pero, fiel a su visión, tomó la decisión más arriesgada con tal de lograr su objetivo.
- El propio autor original, Frank Herbert, en un principio, escribió Dune en dos partes, que, posteriormente, unificó con el lanzamiento de la novela.
- El cambio de paradigma respecto de la primera parte es tan pronunciado que no la debemos considerar como una secuela. Si en la primera parte conocimos la destrucción de la casa Atreides, ahora disfrutaremos de su resurgir con venganza incluida.
No quiero entrar en destripes de la trama, por lo que en la parte final del texto incluiré en oculto los comentarios acerca del argumento.
Belleza técnica y sonora
Si Dune: Parte dos no recibe el Óscar a la mejor BSO y vestuario es, o bien, porque se ha cometido una injusticia, u, otra película, ha resultado colosal durante 2024. El tiempo dará o quitará la razón.
Los hermosos e infinitos desiertos, los contrastes entre Arrakis (hogar Fremen) y Giedi Prime (capital de los Harkonnen), las vestimentas de las Bene Geserit, los atuendos de la princesa Irulan, los destiltrajes… todo ello, y más, forma un cosmos visual que demuestra la personalidad con la que se ha rodado toda la película. Una obra demuestra el cariño puesto en ella cuando compruebas que existen momentos, apenas segundos, para los que han invertido tanto tiempo, que no podrán reaprovechar nada de ellas, y, aun así, por amor al detalle, lo llevan a cabo.
En cuanto al sonido, si disfrutaste con la primera parte, preserva los efectos característicos. Agrega nuevos temas y remezclando anteriores, manteniendo en todo momento la cohesión con la parte uno.
Estrellas de Hollywood
Siendo Dune una de las sagas en las que el espacio exterior representa la base para los conflictos sucesivos, era necesario que el reparto fuera de un nivel estratosférico. La primera parte ya lo fue y en esta segunda parte incluyen aún más actores y actrices de alto caché.
Mi favorita de la película es la actriz Rebeca Ferguson. Intqerpreta a Jessica Atreides, la madre de Paul Atreides y formada como Bene Gesserit. La evolución del personaje muestra la complejidad y capacidad estratégica que va adquiriendo para lograr sobrevivir en un entorno tan hostil.
Debo decir que el protagonista, Timothée Chalamet, no me encaja bien en el papel de Paul Atreides. Le falta agresividad, determinación en su mirada. Me resulta demasiado “niño” como para ser el “elegido”. Lo interpreta de forma correcta y no desentona en ningún momento, si bien considero que le falta fuerza.
Una epopeya que hará historia
Estoy convencido que estas dos películas de Dune (a faltar de conocer si existe una tercera parte) supondrán, en años venideros, clásicos del género. Las veremos con la felicidad en la mirada, recordando cada instante y sabiendo que aquello que disfrutamos en pantalla grande, jamás nos lo podrán quitar.
Por ello, mi más sincera recomendación es que la vayáis a ver mientras está en cartelera. Es de la clase de películas que son un espectáculo en todo su conjunto.